A mediados del siglo VIII, los escandinavos entraron ruidosamente en la historia de Europa hasta aproximadamente mediados del siglo XI, ya fuera como piratas, comerciantes, conquistadores y colonizadores. El origen geográfico de los vikingos determinó su expansión territorial: los varegos suecos se dirigieron hacia el Este, los noruegos y los daneses hacia el Oeste y hacia el Sur. Su campo de acción fue inmenso. Pero las causas exactas del fenómeno vikingo todavía son objeto de variadas hipótesis. Aparecieron en las Islas Británicas y en el Imperio carolingio, y más tarde en las costas de la Península Ibérica y de África septentrional, pero también en Rusia, Constantinopla y hasta en el mar Caspio. En el Oeste, se hicieron con el control de los archipiélagos (islas Shetland, Orcadas, Hébridas) al norte y oeste de Escocia, con el de una gran parte de Inglaterra (el Danelaw) y establecieron cabezas de puente en Irlanda y en varios puntos del litoral del Imperio carolingio, fundando tanto el principado de Normandía como asentamientos en Bretaña y Aquitania que a punto estuvieron de seguir el ejemplo de Normandía. Colonos escandinavos poblaron las islas Feroe e Islandia, se establecieron temporalmente en Groenlandia y, finalmente, pusieron pie en Terranova (Norteamérica) poco después del año mil. En el Este, establecieron diversas factorías a lo largo del Báltico, fundaron los principados de Kiev y Novgorod, concluyendo tratados con Bizancio y entablando relaciones comerciales con Serkland (el mundo árabe-musulmán).
De origen pagano, pero lejos de la habitual imagen de barbarie, la civilización vikinga se mostró capaz de elaborar una poesía de métrica compleja, patrimonio de los poetas de corte, los escaldos, cuya tradición recogió, recopiló y difundió posteriormente Snorri Sturluson, el gran «Homero de los vikingos»; elaboró un coherente conjunto de creencias religiosas muy visuales por su atmósfera mágica y simbólica; contó con grandes orfebres, eficientes herreros y forjadores y maestros de la construcción naval; en Escandinavia y fuera de ella, los vikingos fundaron ciudades, puertos, plazas comerciales, colonias, poblados, principados y, finalmente, reinos. Exploraron las rutas comerciales que permitieron ampliar los límites del mundo conocido por los europeos en su época. Una de sus características esenciales fue su extraordinaria capacidad para asimilar las influencias políticas, culturales y religiosas con las que se encontraron durante sus expediciones, convirtiéndose en activos agentes de importantes cambios políticos y económicos.