Los francos constituyen un pueblo germánico que adoptó la cultura galorromana y que surgió bajo la forma de una confederación en la época de las grandes invasiones. Una parte de ellos desempeñó un papel central en la historia de Francia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo y Alemania, así como, posteriormente, en los reinos cristianos transpirenaicos de España, desde su sedentarización en la Galia romana. La denominación de “francos” corresponde a un nombre colectivo adoptado hacia mediados del siglo III de nuestra era por una confederación de pueblos germánicos en la que entraron a formar parte, sucesivamente, diversas tribus de la familia de los istaevones establecidos en el noreste de la Galia, en la orilla derecha del Rin inferior.
En cuanto a su aspecto físico, los francos fueron descritos por el obispo y poeta romano Sidonio Apolinar con una poco disimulada admiración por lo exótico y distinto de lo latino: «De la parte superior de la cabeza descienden los cabellos rojizos, todos caídos sobre la frente, mientras que la nuca está afeitada. Sus ojos son claros y transparentes, de un color gris azulado …».
El rey franco Clodoveo fue uno de los primeros reyes germánicos de Occidente en haber adoptado la fe cristiana romana, contrariamente a los visigodos o a los lombardos, que eran arrianos, o a los alamanes paganos. También consiguió ganarse el apoyo de las élites galorromanas y fundar una dinastía duradera, la cual tomó el nombre de su legendario ascendiente: los merovingios.
Después de las conquistas de Clodoveo (reino de Sagrio, Aquitania) y de sus hijos (Burgundia, Provenza), los merovingios reinaron sobre la mayor parte de la antigua Galia hasta mitad del siglo VII. En la segunda mitad del siglo VI, los habitantes de la mitad norte de la Galia se reconocían como francos, testimonio de la progresiva fusión entre galorromanos y francos. Sus soberanos más conocidos fueron Brunilda, reina entre 566 y 613, y Dagoberto I, rey entre 629 y 639. En esta época, como en la dinastía siguiente, debe hablarse, sobre todo, de un “reino de los francos”: los reyes germanos, en efecto, no reinaban sobre un territorio, sino sobre sus súbditos.
Jesús Sebastián-Lorente