Nunca en la Historia se ha hablado, tanto como ahora y a la ligera, de la “libertad”, presunción frente a carencia, pero lo cierto es que jamás el hombre ha estado más atrapado, en cuerpo y alma, que en nuestros días, en unas tupidas redes de control demográfico, poblacional, mental y económico especulativo, este último trufado de inmoralidad ejercida en el materialista mundo financiero circundante, dominado por la conjetura economicista y la usura de unos cuantos muy caracterizados; somos víctimas de una inspección y vigilancia ideológica y mediática, sobre todo por medio de la “te-levi-sión”, divulgadora del pensamiento (…) “políticamente correcto”, sin resquicio ni atisbo de albedrío, sin margen para la disidencia, que conlleva asumir severos riesgos el aventurarse a lanzar el grito de la sana rebeldía, estricta observancia manejada por una minoría de seres despóticos, vengativos, pérfidos, rencorosos e inmisericordes, que establecen una descomunal brecha entre su despotismo innato y la buena voluntad de los demás, que no forman parte de su diabólico clan.
Pablo Davoli, en la batalla de la cultura, no sólo se limita a señalar y enumerar las paradojas y controversias negativas y perversas del sistema, sino que matiza, reflexiona y propone las alternativas fiables de su contrapunto, para rebatir y corregir el rumbo suicida y equivocado, a la deriva, que lleva irremisiblemente al precipicio. No se conforma con diagnosticar el pavoroso mal de nuestros días, sino que pondera las pautas, las definiciones fundamentales, el tratamiento revitalizador, las decisiones sustanciales y apremiantes, para contrarrestar la influencia contraproducente de esos “superiores desconocidos”, que son para él, y para cualquier buen entendedor, perfectamente identificados e inequívocamente reconocidos.
José Luis Jerez Riesco (del prólogo)