El lector se enfrenta al leer esta obra a una exposición brillante de un modelo ideal rector de la Sociedad y del Estado. Las utopías describen modelos sociopolíticos imaginarios y perfectos y, aunque su ejecución completa sea imposible, algunos de sus factores pueden aplicarse a la realidad del momento histórico en que se crean, pues permiten identificar los valores fundamentales de una comunidad popular en un periodo histórico concreto y los obstáculos que se encuentran a la hora de materializarse. Por ello, supone son una eficaz crítica contra las injusticias y desigualdades. Encarnan un suspiro esperanzador del ser humano frente a la crudeza de su entorno.
Los pensadores utópicos proponen un Estado donde la convivencia pacífica y fraternal, el bienestar físico, moral y espiritual de sus habitantes, y el compartir común de los bienes y recursos es primordial. Es un Estado imaginario que agrupa y atesora todas las perfecciones sociales, económicas y políticas deseables y que hace posible una existencia feliz del individuo dentro de la comunidad porque en él reinan la paz y la justicia sin deslucir las características vitales propias del ente individual.
Nuestro autor se enraíza en la realidad concreta para juzgarla e intentar hacer una proposición sensata para transformarla en algo mejor. Expone su proyecto social no contaminado y claramente ordenado. Asimismo, manifiesta las condiciones necesarias para conseguir la igualdad real de todos los ciudadanos sin excluir sus propios particularismos.