Evola frente al fatalismo, una reseña literaria

Es la primera vez que hago la reseña de un libro. No es de extrañar, puesto que
nunca pensé que tendría un amigo escritor, pues mi máximo conocimiento de un
autor en concreto, únicamente llega a la obra de Arturo Pérez-Reverte (completa,
eso sí) y nunca he comentado algún libro suyo, dado que ¿quién iba a leerlo?
Es, por tanto, que acometo esta tarea desde la mayor humildad, esperando
aportar algo que sea constructivo y, en cierto modo, que sirva de homenaje y
reconocimiento al trabajo de mi amigo Eduard Alcántara.
Voy a dividir este escrito en varios puntos, que tratarán la obra desde varios
ángulos: argumento, estilo, mensaje y opinión personal.
Argumento.- Si se comienza por el título, no hay mucho que comentar. Es
bastante explícito. Todo un resumen en sí mismo.
No resulta demasiado arriesgado afirmar, que nos encontramos ante un
verdadero erudito en la obra del autor romano Julius Evola. Este dominio del
tema le permite desgranar en su libro multitud de citas interesantes que
enriquecen e ilustran la idea principal, que no es otra que incitar al hombre a
“iniciarse”, esto es, a liberar su supremo ser interior prescindiendo de todo lo
mundano, material y accesorio que le rodea y a abandonar cualquier fatalismo u
obstáculo que se interponga en tal empresa.
Se hace un exhaustivo repaso de las diferentes visiones que se han ido
aportando a lo largo de la historia, teniendo en cuenta las diferentes
connotaciones religiosas, filosóficas, políticas, etc. Paralelamente se hace un
recorrido por las diferentes edades del tiempo del hombre (oro, plata, bronce y
hierro) y de cómo éste ha ido involucionando irremediablemente hasta
convertirse en el “hombrecillo” que es ahora.
Me parece muy interesante el concepto del “superhombre”. El ser humano
superior, que no necesita de ningún ente más elevado (léase DIOS) sino que ÉL
MISMO se halla en la cima, en el punto más elevado del universo y con una serie
de valores tradicionales puros, tanto en el plano espiritual como en el material,
tal y como era en la Edad de Oro. Es importante remarcar que el hallarse en esta
cumbre máxima no es producto sino de su propio obrar, sin que exista ninguna
otra fuerza exterior.
Quiero también destacar el mensaje de que no hay un destino predeterminado e
inmutable del que no se puede escapar y que está prefijado, sino que es el
hombre iniciado quien, con sus actos, escribe sus propios designios.
Estilo.- Evidentemente, no seré yo el que critique el estilo del autor. Sería como
haber intentado pedirle a Camilo José Cela que no utilizara palabras
malsonantes en sus obras. Una total falta de respeto y de tacto. Sí diré que las
lecturas del prólogo y los anexos, se hacen un poco dificultosas, dada la
densidad y profundidad de las mismas. No obstante, la acertada distribución de
los capítulos y, sobre todo, la corta extensión de cada uno de ellos, convierte la
lectura en ágil y amena, permitiendo la total comprensión de los conceptos. El
autor usa un lenguaje culto y elevado, digno del tema que se trata, aunque no
por ello deja de privarse de algunos términos coloquiales para aportar ciertas
notas de ironía.
Mensaje.- El mensaje no puede ser más directo. El hombre debe despertar.
Liberarse. Volver a la pureza y, por qué no, sencillez del Hombre Tradicional.
Sencillez en el sentido de prescindir de todo lo superfluo, material e innecesario
de lo que está rodeado, especialmente en estos últimos tiempos que estamos
viviendo, totalmente vacíos de valores. Tiempos destructivos, venenosos…
deletéreos como diría el autor.
Se hace especial hincapié en el principio de que el hombre tiene la capacidad
para revertir este proceso de autodestrucción en el que está inmerso, mediante
su despertar espiritual.
Opinión personal.- Éste es, sin duda, el punto más difícil de todos. Sería mucho
más fácil si el autor no fuera amigo de uno. De todas maneras no hay mejor
modo de dar una opinión que decir la verdad. Y la verdad es que cuando empecé
a leer me sentí un poco perdido, porque no comprendía muchos de los términos
y conceptos. Pero con un poco de paciencia, constancia y nuestro amigo el
diccionario, conseguí superar la barrera y adentrarme en el meollo del escrito. Al
final, y con la ayuda de la agilidad de los capítulos que he comentado antes, he
disfrutado mucho de la lectura y me ha encantado el mensaje de la iniciación. Es
una llamada a un cambio de actitud en todos los sentidos de la vida.
Una última reflexión. Es evidente que, por su nivel intelectual, éste libro no está
al alcance de todos los lectores. ¿Está pensado para ser leído por una pequeña
élite selecta? La duda es… ¿Se podría utilizar un lenguaje más asequible para
que llegara a un público más amplio? ¿Sería esto positivo? La verdad es que tal
y como está el nivel cultural de la humanidad actual tampoco creo que el mensaje
fuera entendido y, mucho menos, llevado a cabo. Sí, en este aspecto soy
bastante fatalista, aunque a mí personalmente me ha despertado unos
sentimientos bastante positivos en el sentido de iluminación interior. No me
siento tan solo en mi concepción tradicional de la vida.
Estoy muy emocionado y orgulloso de que mi amigo haya escrito y, sobre todo,
publicado, una obra de tal calibre y profundidad. He hecho esta pequeña
redacción con todo mi respeto y admiración.
Gracias Maestro. Saludos.
J. Freser.

(c) septentrionis.wordpress.com

Ir arriba