El quehacer del levantamiento civil y el movimiento contra el comunismo

Por Francisco Saavedra y Jorge Sánchez

El pensamiento no es en la realidad única y primaria, sino al revés; el pensamiento, la inteligencia, son una de las reacciones a que la vida nos obliga, tiene sus raíces y su sentido en el hecho radical, previo y terrible de vivir”. José Ortega y Gasset


El despertar del Movimiento Nacional debe propiciar una afirmación de la nación como el axis mundi que dé forma y fundamento a un proyecto histórico. De este último se desprenderá el contra-discurso que haga frente al discurso dominante con el objeto de estar en capacidad real de ejercer control y dirección social. La guerra política, vale decir, en palabras del General Wang Cheng, “la lucha de la ideología para luchar contra la ideología, y la organización contra la organización”, no se puede librar sin los rudimentos ideológicos suficientes, puesto que “hay guerras en las que no se necesita recurrir a la violencia para alcanzar la victoria” (Wang Cheng. 1981. p.3) —esto es, a las armas físicas—, aunque la intensidad del conflicto pueda, en los hechos, decir lo contrario.

La guerra ideológica, que es fuente de la guerra política, es una guerra de mentalidades, cuyo objeto es “hacer flaquear la fe del enemigo, destruir su voluntad de lucha” (Wang Cheng. 1981. p.6) y desactivar la capacidad de respuesta de la población.  Si en la guerra física, material, Clausewitz dice que se debe desarmar al enemigo, en términos de la guerra política el desarme consiste en la desactivación de los elementos inmateriales que evitan la conquista ideológica, la sustitución de creencias y la asunción de ideas contrarias al bienestar nacional y a su proyección en el tiempo.

Por lo anterior, resulta presuntuoso e ingenuo decir que nos encontramos librando una batalla cultural. No llamar a la guerra como tal responde a la herencia doctrinal de nuestros políticos y, por añadidura, a la de nuestro pueblo. El liberalismo, como ninguna otra doctrina, se esfuerza por interpretar la realidad social como una circunstancia libre de conflictos (ver, como ejemplo, a Rawls), lo que conduce a una distorsión y una apropiación ingenua de la información que ofrece la realidad para su análisis.

En este contexto, la vanguardia ideológica nacional debe materializar y sistematizar una afirmación de Chile que despierte en la sociedad una conciencia nacional de responsabilidad por la construcción de la defensa permanente de la Nación. La sociedad civil-política, en su conjunto, es la encargada de librar la guerra política.

La figura del combatiente ideológico, levantado por la insurrección “popular” del comunismo internacional en diferentes lugares de Hispano América, hace necesaria una respuesta equivalente, sin ser esta una mera reacción, sino más bien una proposición nacional. El levantamiento nacional no debe pensar en la coyuntura misma de la etapa ofensiva del enemigo, sino que en la necesaria tarea de organizar su acción en virtud de la construcción de su propio camino. Dicho de otro modo, el quehacer del movimiento de defensa contra la insurrección y el proyecto histórico enemigo no debe preocuparse en responder a las determinaciones tácticas y estratégicas del levantamiento insurreccional, salvo en lo estrictamente urgente —una ofensiva armada o el establecimiento de control territorial de guerrilla, por ejemplo—, se debe ir más allá. Los chilenos que han adquirido conciencia de sí mismos y sobre su propio hacer, deben apuntar a convertir su acción política, en una acción inteligente, racional y trascendente.

Si el comunismo como cosmovisión, doctrina y práctica ha definido actuar contra todo el orden espiritual y de cosas existente, la acción nacional debe orientarse al establecimiento de la equivalencia suficiente: una cosmovisión, una doctrina, una práctica y un proyecto político histórico. Es un error equiparar estos aspectos ideológicos como respuesta directa a los postulados del enemigo, se debe, en cambio, establecer una vía auténtica, propia, que corra de forma paralela a la enemiga.

La matriz fundamental de la cosmovisión nacional puede buscarse en la herencia filosófica occidental, donde hay todavía mucho por rescatar y descubrir. El gran menosprecio de los revolucionarios franceses por la historia de la filosofía desde la Antigüedad, pasando por la Edad Media, hasta nuestros días debe ser superado, junto con todos los prejuicios cultivados hasta el día de hoy.

No deben existir fisuras en el planteamiento del proyecto histórico, pero más importante aún, no debe haber inconsistencias en los principios doctrinales que se definan en el corazón del movimiento nacional contra el comunismo en todas sus formas. La construcción del movimiento contra el comunismo, expresada en un proyecto histórico nacional, local y propio debe fundarse mediante principios doctrinales-políticos.  Éstos deben ser el sustento base de la guerra ideológica que debemos emprender con toda determinación, voluntad e inteligencia.

Teniendo la más firme claridad respecto a esta tarea principal, lo que sigue es que definamos la figura del enemigo absoluto. Es evidente que no podemos comenzar ningún tipo de lucha si no conocemos y entendemos a nuestros enemigos. La pregunta necesaria de formular es, por lo tanto: 

¿Qué y quién es el enemigo absoluto? ¿y por qué es absoluto? 

Hemos comprendido que la lucha entre civiles que han declarado su fidelidad y la adherencia vivencial a una cosmovisión, a una doctrina y, por lo tanto, a una ideología, es en sí misma, de carácter absoluto: no hay puntos relativos ni equívocos en la militancia permanente y cotidiana de la práctica y cultivo de los fundamentos de una cosmovisión. El enemigo es el principio político que se ha manifestado en contra de los valores del pensamiento occidental cristiano. Nuestro enemigo es ese principio que busca la disolución del concepto mismo de Ser Humano y la aniquilación de toda adoración de lo divino. Es el yugo de servidumbre a lo positivo, al materialismo radical y a la inmanencia.  Pero, no debemos confundirnos, el principio es afirmado por agentes políticos, por personas. Así como el principio comunista es lo que ha de ser enfrentado en la guerra ideológica, por extensión son enemigos quienes adhieren, defienden y plantan el escenario bélico en el terreno político. Muchos operan con total lucidez respecto a la doctrina a la que adhieren y defienden, otros son víctimas del encantamiento y el discurso romántico que esgrimen los mismo lúcidos, en distintos ámbitos, desde el arte a la publicidad, desde las instituciones formales a las aulas de clases.

El Movimiento Nacional debe definir a su enemigo absoluto, que para el caso de Chile es el principio que concibe como pura materia toda la existencia y, por consecuencia, al Ser Humano; que niega la existencia de las naciones y que reduce a hombres y mujeres al colectivismo total: el comunismo y sus vertientes doctrinales.  Este principio ideológico permeó la institución del Estado Nación, pervirtió su concepción, su función, lo utilizó para infiltrarse en la vida cotidiana de los hombres y se volvió un principio de dominio gracias a la hegemonía del discurso de emancipación cultural, diseminado en las sociedades occidentales y muy particularmente en América latina.

De esta forma, resulta fundamental tener la formación necesaria respecto de lo que concretamente significa el principio comunista y por supuesto, además, tener absoluta claridad del desarrollo de las vertientes doctrinales del enemigo absoluto, que es el comunismo, su ideología y sus orgánicas políticas.

Así, presentamos a continuación un esbozo de los axiomas, principios y proposiciones que estimamos rudimentarios para articular un movimiento nacional. Cada axioma explica o justifica las proposiciones que se presentan al final de este capítulo. Como es habitual en nuestro espíritu que no cultiva demagogia, admitimos que este intento es perfectible y puede ser optimizado por las mentes de otros compatriotas, cuya voluntad e inteligencia no encuentran aún el curso que revitalización del pueblo chileno.

I. Axiomas

  1. La afirmación es un acto natural, espontáneo y necesario para todo ser humano. Sin afirmación de sí, el ser humano decae y perece por su propio obrar o bien por el obrar de otro.
  1. La afirmación es fundante de su misma posibilidad y su prolongación en el tiempo.
  1. La prolongación de la afirmación del ser humano en el tiempo depende de su voluntad y de su inteligencia.
  1. El ser humano es gregario y logra su total desarrollo en el desenvolvimiento conjunto con otros seres humanos, que le son próximos, semejantes y vecinos.
  • A los seres humanos que son próximos, semejantes y vecinos le son comunes las condiciones que constituyen la circunstancia respecto a la que realizan el acto de afirmación. La afirmación, además de individual, es también comunitaria y colectiva.
  • La afirmación comunitaria y colectiva es el fundamento de una nación. La nación es una afirmación permanente, proyectada en el tiempo.
  • La concurrencia de la voluntad y la inteligencia, en virtud de una afirmación y del sentido de vecindad, es condición necesaria para la proyección de la nación en el tiempo.
  • No existen las naciones sin principios y sin fundamentos. La negación del principio no funda naciones ni proyectos históricos. La negación de los fundamentos quita las condiciones de proyección de la nación en el tiempo.
  1. El principio es en sí mismo fundacional. Luego, los fundamentos portan el principio en el tiempo. Sin fundamentos el principio no tiene relación con la realidad, sin principio los fundamentos no tienen dirección.
  • La afirmación parte desde lo más próximo a lo más remoto y viceversa. El ser humano es centrífugo en su acción y centrípeto en su involucramiento.   

II. Principios

  1. Afirmación
  1. Afirmación del Ser: se trata de un aferramiento fundado en la advertencia de la propia existencia y de la idea fundante de la misma. Esta afirmación puede darse instintiva e íntimamente o racional y manifiestamente. En el primer caso, la afirmación vendría a ser una advertencia rudimentaria, pero valiosa, del propio ser. En el segundo caso, la afirmación es una elaboración racional del propio Ser, con una idea fundante explicitada y manifiesta.
  • Afirmación del espacio: lo anterior abre este principio en un segundo sentido, que tiene que ver con el espacio físico que ocupa el Ser Humano. Además del propio ser, el Ser Humano afirma su lugar en el mundo y el lugar físico donde se desenvuelve y existe, vale decir, lo hace suyo. Lo que tiene por firme e inmediato (su territorio), es lo que hace suyo como fuente de subsistencia.

Tal como ocurre con la afirmación del Ser, la afirmación del espacio puede darse de forma instintiva y/o racional, determinando una y otra el grado de refinamiento técnico alcanzado por una sociedad respecto a su entorno.

  • Afirmación del tiempo: así como la afirmación es, en todo caso, afirmación de Ser y de estar en un espacio físico determinado, el tercer sentido de este principio es el de la afirmación del momento en el que el Ser, estando en un lugar, intuye y/o manifiesta su circunstancia actual, que es presente y que está sucediendo, afirma, por lo tanto, un ahora.
  • Manifestación de la circunstancia: habiendo el Ser Humano afirmado estas tres realidades que le son ineludibles (su Ser, su tiempo y su espacio), se enfrenta el hecho de que puede o no racionalizar tal afirmación.

La intuición de la circunstancia, que es una afirmación rudimentaria y espontánea, es prefilosófica y, por lo tanto, prerracional, ésta ocurre sólo cuando el Ser Humano logra conseguir un conocimiento suficiente de la materialidad e inmaterialidad que componen su circunstancia, vale decir su realidad, y un entendimiento de ésta. Con el saber que el conocimiento y entendimiento de la circunstancia le permiten, el Ser Humano se manifiesta a sus prójimos, mediante el lenguaje, su identificación, su lugar y su actualidad.

  • Manifestación de la circunstancia de la sociedad: hasta ahora, el principio de afirmación ha sido expuesto desde el punto de vista del sujeto individual, sin embargo, la afirmación de la individualidad del Ser Humano no excluye a extender el principio al desenvolvimiento de la sociedad, atendiendo a que el Ser Humano es, por naturaleza, gregario y social.

La sociedad, como conjunto de individuos que comparten, como una unidad con caracteres similares, próximos unos de otros, sujetos a la misma circunstancia por el hecho de compartir el mismo espacio, al mismo tiempo y con una identidad compartida en virtud de la similitud, el mismo destino (en sentido de meta) realiza esta afirmación de su circunstancia como nación, en su territorio y su tiempo actual. La sociedad es una proyección mayor del conjunto de las afirmaciones individuales.

La afirmación individual es el eje del desarrollo de los individuos en su libertad, pero se entiende subordinada a la circunstancia mayor de la sociedad en su conjunto, en términos de bienestar general. No se superpone lo colectivo a lo individual, ni viceversa, sino se comprende al individuo y a la sociedad como naturalezas semejantes, pero de relaciones y graduaciones distintas. Por lo anterior, no habría incoherencia en correlacionar individuo con familia, familia con vecindario, vecindario con municipio, municipio con instituciones sociales e instituciones sociales con las gubernamentales. En fin, esta correlación individual-colectiva dice relación con la percepción del sujeto no como distinción identitaria de un yo, sino más bien de la percepción del sujeto como persona en la proyección colectiva que es la sociedad.

Debemos reconocer como absurdos el absoluto individual y el absoluto colectivo, por ser ambos reducciones innecesarias e insuficientes para el planteamiento de un proyecto nacional que, respetando la individualidad, sea colectivo.

  • Manifestación del quehacer en esa circunstancia: al ser el Ser Humano diferente a los animales por su capacidad de raciocinio, éste está impelido a la ocupación o al quehacer diario, pero no solamente a la ocupación de lo que acontece, sino que también a la preocupación por lo que no acontece aún. De lo que está por venir deduce el Ser Humano su quehacer actual.

No existe un hacer puro en el Ser Humano, sino un quehacer, es decir, un hacer con intencionalidad y finalidad de la manifestación de su circunstancia. Siempre que ésta sea lúcida, se establece y el quehacer del individuo y de ese quehacer, el desarrollo de la ciencia, el arte y la técnica necesarias para el desenvolvimiento óptimo de éste. Ocurre, como ya se expuso, de igual forma para la sociedad en su conjunto; se entiende, por lo tanto, por qué cada sociedad tiene su propia ciencia, su propio arte y su propio desarrollo técnico.

La manifestación del quehacer de la sociedad se orienta al desarrollo de su destino histórico, que es tanto material como espiritual y que busca, en el corto plazo, salvaguardar las condiciones de supervivencia inmediatas para proyectarlas a largo plazo.

  • Voluntad

Así como la afirmación establece el aquí y el ahora, puesto que refiere a una circunstancia específica en el devenir histórico, la voluntad, que es la capacidad humana de decidir y perseverar en la obtención de lo decidido, debe concurrir como principio complementario a la afirmación. El proyecto histórico que debemos construir, y consolidar entiende que la mera afirmación, si bien es valiosa, si es asumida como principio, es insuficiente por sí sola. La voluntad fecunda a la afirmación y permite que esa manifestación radical de ser, en un tiempo y espacio determinado, inicie su proyección hacia el futuro.

De la voluntad depende que la afirmación no se vuelva estática y efímera y que la afirmación de un aquí y un ahora devenga en una organización de la actividad mancomunada de la sociedad hacia fines futuros.

El principio de voluntad es asumido por el movimiento nacional contra el principio comunista, como antítesis de la inactividad y el desinterés por el destino histórico de un pueblo, y lo afirma como un factor vital para la materialización de un proyecto nacional; autónomo, local y propio que fije metas estratégicas de largo plazo para el país. Por lo anterior, el movimiento rechaza toda concepción antitradicional y antinacional, por negar éstas los hitos históricos que son necesarios y suficientes para entender las etapas futuras del proyecto histórico que es menester construir.

No se asume con esto un nacionalismo pasional, ni un conservadurismo vacuo, ambos son estáticos y contrarios a una noción de revolución nacional real, que es, por el contrario, el establecimiento de las bases materiales y espirituales para la consecución de una sociedad que provea las mejores condiciones posibles de vida a todos los ciudadanos de la Nación chilena.

  • Inteligencia

El proyecto histórico nacional debe asumir a la inteligencia como su tercer principio. La inteligencia es lo que distingue al Ser Humano de otros seres vivientes, pero se observa en ese atributo la condición necesaria para un desarrollo espiritual, social, ecológico y económico real. Si la voluntad pone en movimiento a la sociedad hacia la consecución de un fin, la inteligencia permite dar dirección correcta y concreta al desenvolvimiento de todas las fuerzas sociales. Es también la única vía para direccionar la voluntad de la sociedad y optimizar el despliegue de sus energías, permite a un pueblo; discriminar, categorizar, jerarquizar y distinguir las necesidades particulares, que son, en cada caso, propias del territorio donde florece la sociedad, con sus necesidades espirituales y materiales particulares.

Se asume como fundamento de este principio la naturaleza incompleta del Ser Humano, en cuanto al conocimiento de la realidad y al hecho de que no es suficiente un saber común, o mera impresión, para alcanzar un estado social superior, en cuanto al bienestar de todos sus miembros. Así, es necesario desarrollar un ejercicio constante de conocimiento y entendimiento de la realidad que permita a la sociedad en su conjunto estructurar y dar sentido a la circunstancia actual, evaluarla y caracterizarla para que, de ese modo, pueda manifestar en virtud de un saber acabado el conjunto de decisiones y acciones que han de ser realizadas y formalizadas en el proyecto a largo plazo.

  • Vecindad

La vecindad constituye el espacio vital por antonomasia en cada Ser Humano. Es la porción de sociedad más inmediata que podemos advertir y vivenciar. Es innegable el valor de las personas más próximas, allende nuestras familias, que componen el escenario en el que mi desenvolvimiento como persona encuentra sus elementos de desarrollo. El vecino del barrio, el compañero de trabajo, el colega de profesión, etc., son todas formas de vecindad, las que, en todo caso, constituyen la realidad misma; otras realidades, vistas mediatamente, no son vivencias concretas, son figuraciones. 

En el caso de quienes comparten el mismo territorio, las mismas costumbres y la misma tradición, pero que se encuentran alejados unos de otros, concurre un tipo de vecindad distinta, que es la de experiencia común o identitaria, perceptible por el sentido de pertenencia y de destino común de la nación.

Desde la unidad más mínima -un vecindario- hasta la unidad máxima -la nación- el sentido de lo próximo, que es la fuente del principio de vecindad, trasciende el vecindario, el barrio, el municipio, la corporación de obreros, las comunas, las provincias, las regiones, las zonas, hasta desembocar en la consciencia del vecindario extendido, donde todos se ocupan de todos y todos sirven a todos.

III. Proposiciones

1. Es ineludible el estar en una circunstancia, que es la realidad misma.

2. Una sociedad siempre afirma su ser propio, su tiempo y el espacio determinado que ocupa. En otros términos, la sociedad afirma su identidad en el presente y en el espacio donde se asienta (afirmando también el espacio donde se asienta).

3. Esa afirmación puede ser instintiva, pre filosófica, pre racional, o bien explícita y racionalizada. En el primer caso, corresponde con la mera toma de conciencia de lo que un pueblo es, con sus características distintivas, en oposición a lo que no es. En el segundo caso, corresponde a un entendimiento e interpretación

4. Si la afirmación es racional, puede ser manifestada, vale decir, comunicada.

5. La afirmación manifiesta es estática y efímera como acto humano.

6. La afirmación manifiesta es fundante de un proceso social y de todo proyecto histórico de una sociedad organizada.

7. La afirmación es, en todo caso, afirmación de un presente en relación a un pasado; es esencialmente tradicional.

8. La voluntad fecunda, organiza y mueve a la sociedad, en virtud de su afirmación como fundamento manifiesto. La voluntad social sólo es voluntad si nace como necesaria al afirmar la sociedad su circunstancia, de otra forma no existe movimiento original, sino que un movimiento determinado y condicionado por factores o fuerzas externas a la sociedad particular de la que se trate, no circunscritas a su espacio y externas a su territorio físico.

9. La voluntad por sí sola sólo puede esbozar un horizonte y una orientación como condición mínima para movilizar las voluntades de las personas. La voluntad pura deviene en voluntarismo, que agota la fuerza e ímpetu del pueblo si no tiene una finalidad.

10. La inteligencia es la que ofrece el escenario futuro, que es el fin último del proyecto que ha de diseñarse como único medio para determinar el desenvolvimiento óptimo de todas las fuerzas sociales.

11. La inteligencia garantiza el examen riguroso del proyecto nacional, autónomo y local que una sociedad debe, ineludiblemente, establecer para proyectar existencia.

12. La inteligencia, por el rigor resultante de su desarrollo, refuerza, actualiza y permite adaptar la afirmación fundante y original a su nueva circunstancia.

13. La inteligencia establece los estados (o estadios) necesarios para alcanzar el objetivo del proyecto nacional, autónomo y local. Asimismo, faculta a la sociedad para conocer y entender la realidad a medida que el proyecto histórico está en curso, permitiendo así la flexibilidad necesaria para sortear los acontecimientos y las complejidades del devenir histórico.

14. La vecindad se debe procurar por sobre todo anhelo particular. Lo que para un individuo resulta beneficioso, pero resulta perjudicial para el Bien Común, es malo para la sociedad en su conjunto.

15. La unidad de medida de todo el progreso social vendrá dado por su orientación al Bien Común. La ley debe ser mínima si los individuos conciben sus esfuerzos y su perfección en el bien común.

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