El Nuevo Orden Moral es la utopía restaurada de la izquierda, más o menos en sintonía con los objetivos de disolución de identidades históricas y sumisión global al que aspiran las élites mundialistas. Todo un reto. Por el contrario, la utopía, o, mejor dicho, la no utopía de la derecha tradicional es francamente aburrida, como de felicidad británica en un sábado por la mañana: cuidar del jardín y de la familia y llevarse bien con el vecino. Eso no es bueno en términos propagandísticos porque la vida sin queja ni aventura ni pulsión hacia lo sublime acaba por amodorrarse, y de la pereza y la ociosidad nacen todos los vicios, como todo el mundo sabe. Las utopías de la izquierda son muchísimo más dinámicas, aunque, claro, tienen el defecto de que exigen sacrificios extraordinarios en el presente, sobre todo a los demás. Alguien dijo alguna vez, no sin razón, que el comunismo y el socialismo son teorías políticas orientadas implacablemente a hacer pobres a los ricos, miserables a los pobres y millonarios a los mandamases de la nueva sociedad. Y otro inconveniente es que las utopías de la izquierda, aparte de héroes y mártires, necesitan víctimas; muchísimas, cuantas más mejor. Si para hacer un rico es necesario que cientos de pobres vivan pobremente, para hacer un héroe socialista es preciso que mueran por la causa miles de adeptos, desafectos, enemigos y algún que otro aliado. En suma: una tarea de sangre, sudor y lágrimas que no sé yo si al final resultará atractiva para quienes, en teoría, disfrutarán los resultados del movidón el día de mañana, cuando nieve en Ceuta y las ranas críen cola.
Este libro trata de eso justamente: de utopías, de héroes y de víctimas. Y del futuro.