RENZO GIORGETTI (Gallarate, Italia) es licenciado en Historia por la Universidad de Milán, aborda en sus estudios sobre todo las doctrinas y las instituciones políticas, con especial atención a sus enlaces con la cultura esotérica y las diversas formas del pensamiento tradicional. También se ocupa del estudio de las modalidades de gestión del poder a través de la comunicación de masas y la simbología arquetípica. Publicó, entre otros, los ensayos de análisis político «Demofagia», «Com’è difficile cavalcare la tigre», «La società da liquidare» y «Il dizionario di Miguel Serrano» y una trilogía sobre la obra literaria del escritor estadounidense H.P. Lovecraft. Con editorial EAS ha publicado su recién ensayo EL NUEVÍSIMO ORDEN MUNDIAL.
¿Por qué usaste el término «nuevísimo» y no «novísimo»?
Lo usé para enfatizar el hecho de que este tipo de poder se basa en el control de la palabra, la capacidad de convencer y crear nuevas realidades no solo utilizando la fuerza y la coacción, sino también la persuasión y la manipulación del pensamiento. Quien logra forjar el léxico tiene también una mayor posibilidad de influir en la realidad y en sus cambios.
¿Qué es este «nuevísimo orden mundial»?
Podemos considerar este régimen como una reestructuración del anterior (nacido en 1789 y terminado en 2020), una actualización, caracterizada por un mayor control sobre la persona, la disminución de los espacios de libertad, el ataque a la «frontera individual» mediante una tecnología cada vez más invasiva y el caos racial y sexual.
¿Cuál es una de las principales características de este régimen?
Esta nueva disposición del poder se caracterizará por una gran continuidad con el pasado, continuidad sobre todo ideológica, cuyo objetivo es el dominio total sobre la persona. Sin embargo, en comparación con el pasado, faltará un elemento que antes había sido protagonista: la libertad. Por lo que podemos ver, con el fin de mantener el orden a la libertad se prefiere el control sobre la población, la entrada en la vida personal y una influencia basada más en la coacción que en la satisfacción de las necesidades individuales. Un paralelismo con el pasado se puede hacer considerando el período jacobino o bolchevique, caracterizado por una hipertrofia normativa dirigida a la regulación a través de leyes de todos los ámbitos de la vida del individuo y de la comunidad, todo ello unido a una convicción fanática y casi religiosa de renovación universal y a una voluntad ciega de cambiar el mundo según principios abstractos, verdaderos y propios axiomas indivisibles, a menudo en contradicción con todo tipo de evidencia.
¿Quién impulsa estos cambios?
Un poder sectario, que actúa no solo sobre bases políticas, sino sobre todo sobre convicciones fanáticas. En la antigüedad, el fanum era un área sagrada, delimitada, dentro de la cual la deidad tenía jurisdicción total. «Fanática» era la organización en fana, y «fanáticos» eran los habitantes del territorio de un fanum. El fanático no puede, por tanto, pertenecer a la civitas, es decir, a esa organización humana que vive según criterios de autonomía y soberanía personal, llevando esta autonomía también a la vida propiamente política (polis=civitas) como autodeterminación en las elecciones y en los comportamientos comunitarios. La civitas es res publica, una organización colectiva, social, que se basa en la contribución de todos, según las capacidades individuales, formando su propia identidad junto a la de sus asociados, en común y recíproco intercambio, alternando el derecho al deber.
¿Qué herramientas se utilizan para influir en la sociedad?
Este poder tiene ya el control de todos los aparatos estatales, habiéndose infiltrado en el interior de los Estados y ya superpuesto a ellos, tomando su pleno dominio. Los medios con los que se influyen las masas son los clásicos de la fuerza y del control policial, a los que se unen los siempre eficaces de la propaganda, de la comunicación de masas y de la llamada educación, que actualmente no es más que adoctrinamiento. Todo esto es parte de lo que he llamado «programación perdedora», que consiste en insertar en la mente de los sujetos a condicionar una serie de ideas que formarán esquemas de pensamiento fijos y homogéneneneos, imposibles de disputar y combatir, al igual que una partida de ajedrez ya iniciada y con pocos movimientos disponibles y además todos dirigidos a la derrota del jugador.
¿Cuáles son las posibilidades de una lucha concreta?
Actualmente el sistema está prácticamente bloqueado y cualquier solución de tipo político es imposible. Hasta que algo (mucho más grande de lo que ahora es humanamente posible) pueda hacer cambios significativos, la lucha debe ser en primer lugar personal, a través del rechazo de todos los dogmas del pensamiento dominante (en la teoría y sobre todo en la práctica). Uno de los principios fundamentales del arte de la guerra es precisamente una idea simple pero eficaz: hacer fracasar los planes del enemigo.
ÚLTIMA OBRA PUBLICADA POR RENZO GIORGETTI