Manuel Quesada y Ramón Irles tienen la honestidad y el arrojo en este nuevo libro, «Programación Mental: El arma oculta de las élites», de describir minuciosamente todo el proceso que origina el control de la mente de las personas y el proceso para conseguirlo. A lo largo del siglo XX hemos podido comprobar como los experimentos políticos que fueron el comunismo o los fascismos, dieron lugar a políticas de control de la mente de más enteras de población que desembocaron en la II Guerra Mundial o en la Guerra Fría. El resultado ha sido un mundo sin forma ni identidad en el que las únicas ideologías admitidas y útiles para sobrevivir son variaciones de un único discurso: el de la explotación material y la miseria moral que garantiza el dominio perpetuo de los auténticos dueños del planeta. El filósofo español Gonzalo Fernández de la Mora ya vaticinó a mediados de los años 60 el final de las ideologías. Hoy la Programación Neuro-Lingüística aglutina lo que antes se hacía de forma casi casual y eran las técnicas de control mental o también el llamado proceso de educación mental de las personas.
Es evidente que desde la antigüedad ha habido un interés de los gobernantes por controlar a sus gobernados, para dirigirlos a su antojo y tenerlos controlados. En el fondo y aquí radica el éxito de esta técnica actual, la principal consecuencia es el cambiar la personalidad natural de la persona y sus inclinaciones, hasta convertirle en la personalidad deseada por el gobernante.
El lenguaje no crea el mundo, pero determina nuestra percepción de la realidad. Y la percepción lo es todo. Para imponer un orden mundial determinado, las élites que dominan el planeta no sólo precisan controlar los flujos de producción y población, el crecimiento económico, la pobreza y la distribución de ambos factores, sino que necesitan perentoriamente “crear” un mundo (no un modelo de mundo, un ideal civilizacional, sino un entorno concreto, desde ya ocupable aunque peligrosamente inhabitable), donde el asentimiento a lo establecido se base en una ideología global, única y obligatoria; tan obligatoria, que no permita siquiera “deslices” idiomáticos, formas de nombrar lo real que contradigan el dogma del imperio. Y para alcanzar este objetivo, se impone la exigencia del control mental: primero en la manera de dar nombre a la realidad, después en la forma de percibirla, y por último en la de pensarla.
Manuel Quesada y Ramón Irles, en “Programación mental – El arma oculta de las élites”, explican y desarrollan con precisión y concisión esta “política” de control por parte de las élites mundiales, la cual se viene afinando desde hace muchas décadas (con especial recrudecimiento tras la Segunda Guerra Mundial y durante la guerra fría); desde el Proyecto MK Ultra a la ideología GLTB, poco a poco, implacablemente, sin detenerse ni conceder tregua, los métodos de control mental han ido imponiendo su razón hasta el punto de que casi nadie, se plantea la controversia o piensa siquiera que existan. Es el triunfo absoluto de la dominación perfecta: que los sometidos se proclamen felizmente libres; y que los “rebeldes”, por muy desaforados que presenten su impugnación, sean para el sistema útiles agentes de reafirmación, como bomberos inconscientes dedicados a apagar fuego con gasolina.
Entre las muchas cosas que dijo a lo largo de su vida el infinitamente citado W. Churchill, hay una frase que siempre me ha llamado la atención: “Se puede engañar a una persona durante mucho tiempo, se puede engañar a muchas personas durante poco tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo durante todo el tiempo”. Se equivocaba. O mentía. O ambas cosas. La mejor manera de controlar al individuo es plantear “la conquista” de su conciencia desde el adocenamiento de las masas. Por su naturaleza irresoluta y vagante, las masas son manipulables desde ideas sencillas que prontamente adquieren popularidad. El individuo posee mucha más capacidad crítica que las masas, pero también propende al gregarismo, no sentirse aislado, sacado de contexto, viviendo una vida (etimológicamente) “obscena”, es decir, fuera de la escena general. Los individuos, por lo general, temen a la muerte civil, el abandono, la soledad y el destierro, tanto como a la muerte biológica. Esa tendencia natural, tan humana, es el factor de éxito más importante del control mental: el individuo reajusta su visión del mundo, su forma de expresarlo y por tanto de interpretarlo, conforme a un contexto asumible, en el que su necesidad de integración sea satisfecha y no sienta su conciencia excesivamente alterada. El campo de cultivo para la supremacía de las élites está abonado. La disidencia, o es útil al sistema o está maldita.
El trabajo de Manuel Quesada y Ramón Irles es de una profundidad que rara vez se puede ver en un texto de estas características. Al mismo tiempo, su lectura es amena, comprensible y el lector irá viendo a medida que avanza, que lo que explican ambos escritores está a la orden del día. En este trabajo se ven ejemplos muy claros de manipulación, como la población de las sociedades occidentales admite sin discutir y sin darse cuenta de la realidad que vive, encaminándose hacia la destrucción sin parangón en la historia.
FICHA EDITORIAL
- Nº de páginas: 172 págs.
- Encuadernación: Tapa blanda
- Editorial: EAS
- Lengua: CASTELLANO
- ISBN: 9788494463464